Todos los insectos tienen antenas, con diferentes tamaños y una gran variedad de formas. Pero todas las antenas tienen la misma función: son órganos sensoriales. Están especialmente desarrollados como apéndices olfativos y táctiles, pero en algunos insectos también cumplen la función auditiva, al percibir las vibraciones del aire.

Las antenas les ayudan a relacionarse con su entorno en la búsqueda de alimento, para orientarse, encontrar pareja… Para ello, están cubiertas de diminutos órganos llamados «sensilas» con forma de pelito. Las sensilas están especializadas: algunas son quimiorreceptoras y sirven para detectar sabores, olores o feromonas; otras son mecanorreceptoras, retráctiles, y les sirven para palpar y orientarse en el espacio. Cada uno de estos sensores envía la información a una parte del cerebro de los insectos, denominada lóbulo antenal.