Las hormigas me han fascinado desde que era una niña: podía pasar horas observando su ajetreo entrando y saliendo del hormiguero, abriendo caminos y acarreando semillas o briznas de hierba, superando cualquier obstáculo.
Uno de mis momentos preferidos era cuando aparecían las hormigas voladoras, provistas de alas, casi siempre asociadas a las lluvias. Como por arte de magia aparecían a cientos, quizá miles, desde las profundidades del hormiguero hacia un lugar desconocido para mí.
Trepaban por cualquier superficie que las condujera a una cierta altura desde la que emprender el vuelo. Su primer y último vuelo. A mí me parecía un esfuerzo biológico brutal, criar toda una generación de súperhormigas, equipadas con alas de usar y tirar.
Las reinas, las llamaban. Pero no: las hormigas aladas solo son princesas, una promesa de una nueva colonia, una nueva fundación. Para convertirse en reinas tienen que encontrar un macho adecuado en medio del enjambre. Tras un único apareamiento, él morirá pronto y ella perderá sus alas para esconderse bajo tierra y criar la descendencia de ambos.
Hoy se conocen más de 14.000 especies de hormigas. Todas se organizan en estados sociales con normas rígidas: el destino de cada individuo se decide desde el momento de la puesta del huevo. Las hormigas obreras y soldado son hembras estériles. Las hormigas aladas son tanto hembras como machos, sexuados y fértiles.



Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!